Hubo una época en mi vida de toñas memorables, comprendida entre los 14 y los 16 años. A lo mejor influyó en cierto modo el hecho de tener que ir al instituto en bici porque estaba a tomar por culo (tomar por culo equivale en Vinaròs a unos 3Km). El caso es que tooodas las mañanas subía al instituto con mi amiga Namari Monster: las dos en estado comatoso, con la marca de las sábanas aún en la cara y miopes perdidas (y llegando 15 minutos tarde, faltaría más). A lo mejor lo de la miopía también contribuyó a aumentar la calidad y la cantidad de leñazos, el problema es que tardamos un año en descubrirlo, y por supuesto, nos adjudicaron gafoncios a las dos.
Recuerdo tres galletas especialmente cruentas. En la primera, y más peligrosa, yo transportaba a Namari Monster en mi elegante ciclo (empezamos mal, dos adolescentes en una bici del Sabeco). Íbamos por un callejón (calle de los Santos Médicos) y estábamos a punto de incorporarnos a una calle (calle de Santo Tomás), de modo que asomé la cabecita y vi una moto en lontananza…parecía estar muy lejos, así que tiré palante,…… y acto seguido estaba en el suelo, con la barbilla incrustada en la acera de enfrente, y con Namari, la bici, la moto, y los dos tíos que iban montados en la moto subidos a mi chepa. Como recuerdo, me queda un bultito en la mandíbula, una apertura bucal limitada a unos 40º y unos crujidos horrorosos. Namari no se hizo nada, y los tíos tampoco. La bici quedó hecha una patata ondulada. Por suerte, mi santo padre se apiadó de mí y me compró una nueva.
La segunda gran hostia se la pegó Namari solita: era un día lluvioso y la niebla se podía cortar con un cuchillo. Volvíamos para casa cuando Namari resbaló y se llevó una nata monumental. La pobre se torció un pie, pero yo me percaté de que se había caído unos 500 metros más tarde. Cuando me di cuenta de que estaba hablando sola, volví sobre mis pedaladas y la encontré muerta de risa, arrastrando la bici y con el pie hecho mierda…Me explicó que al caer se puso a gritar mi nombre, pero que yo continué como si nada (triloriloríííí) y desaparecí en la niebla, mientras otros alumnos del instituto, (que también iban en bici), pasaban a su vera sin ayudarla y se internaban también en la niebla.
El tercer rijostio fue el peor por la humillación que supuso. Volvíamos para casa la mar de contentas, llegaba el verano y estrenábamos carretera. Digo que estrenábamos carretera porque hacía poco que habían reformado una de las vías de acceso al instituto. La carretera en cuestión era enorme, con carril bici y todo, y para acceder a ella tenías que subir una cuesta considerable. Como recompensa, a continuación te encontrabas con una bajada fantástica, larguiiisima, de las que dejas de pedalear y te pones a gritar. La cuestión es que nos lanzamos a toda velocidad……………sin ver que había un grueso cable de acero extendido de lado a lado de la carretera, y obreros faenando alrededor. Justo cuando vimos el cable (porque ya lo teníamos bajo las ruedas) los muy cabrones tiraron de los extremos…y salimos volando, literalmente. Mientras caía no podía creer lo que había ocurrido…Las quemaduras fueron similares a las del Guest Star de Dla Monster, pero repartidas por piernas, brazos, espalda, cara…y los obreros venga a descojonarse (pa mí que aún se están riendo). Huelga decir que huimos a toda prisa, murmurando algo parecido a “Quin ridícul, quin ridícul! Fillsdeputa!”, con lágrimas en los ojos y un tembleque en las piernas que pa qué.
Entiendo que la situación era ideal y demasiado tentadora (dos adolescentes, una llena de granos y la otra con aparatos, deslizándose con sus cacharrociclos con los jetos deformados por la velocidad…….y un cable que invita a portarse mal),...... ¡Pero casi nos matamos!.
En fin, os invito a explicar vuestros fostiones, que seguro que los hay…(¿no es así, Woswito?)